viernes, 11 de enero de 2013

Enamorarse de Santiago




Cuenta su amor cuando tiene tiempo, pero la mayoría de las veces son sus actos la muestra más elocuente de tanta devoción.
No pierde tiempo, no se permite largos descansos ni mucha diversión, hace mucho que los suyos se acostumbraron a verlo salir de casa sin hora para el regreso. Durante años ha tenido una amante a la que dedica  su pensamiento y acción. Trabaja para ella, más que para obtener el sustento económico; por eso no importa extender las horas de labor si con esto satisface sus necesidades, y puede hacerla más bella y saludable, aunque lograrlo conlleve perder otros amores.
Ella le parece hermosa, como un vitral de colores brillantes donde el sol señorea; tiene costumbres muy propias y en su linaje confluyen  franceses, haitianos, españoles y africanos... quizás ahí está el embrujo que la hace más linda, más bulliciosa, más tremenda...
Conoce bien su historia, los méritos que atesora y lo que han hecho sus hijos, por eso trata de estar a la altura de semejante estirpe. La sabe rebelde, solidaria, heroica y no dejará que nada ni nadie empañe su prestigio.
Asombra su optimismo incluso en los momentos de mayor tensión, cuando parece irrecuperable todo lo perdido. Eso sí, confía en el mejoramiento futuro pero sabe que nada le caerá del cielo.
A veces, cuando puede detenerse a pensar en  ella la llama su “novia” y evoca la belleza y gallardía que inspiró a los poetas, a los trovadores y a los hombres más osados a cantarle poemas y canciones o a escribir, incluso con sangre, epopeyas en su nombre. Tal vez por eso se siente en deuda y cuanto haga por su amada, no importa el sacrificio, le parece poco.
Sí, es posible que esté hablando de usted o de alguien que conozca. Bien puede ser la maestra o el profesor que, después de dar sus clases y fomentar valores en los estudiantes, se queda en la escuela, para autoprepararse o para contribuir a la limpieza, si hace falta.
Es el agricultor que no se deja vencer por las carencias, que no descansa hasta hacer rendir la tierra y no se conforma con que le contraten las producciones y luego las dejen perder. Es el cuadro o directivo que orienta, ayuda y exige, que es severo con lo mal hecho y jamás se envanece de su envestidura porque la ve como un puesto de servicio al pueblo y no como fuente constante de pequeñas prebendas.
El enamorado de su ciudad, ama también a la gente, a pesar de la “ingratitud probable” que en otro siglo mencionara el poeta. No importa si es limpiabotas, médico, albañil, artista, azucarero o dirigente, no importa si mestizo, negro o blanco; puede tener cualquier edad, después de todo para querer su Santiago, basta con dar lo mejor de sí en el empeño de hacerla una provincia próspera, notable por la calidad de vida y el nivel de satisfacción de sus pobladores.
Multiplíquense esos amantes incondicionales de la tierra que habitan porque de su espíritu incansable, de su justeza y entrega depende el bienestar de todos. Fórjese en las escuelas  y hogares santiagueros la devoción de nuestros niños y jóvenes por su territorio. Que se expanda esa voluntad irrefrenable de ser eficiente en su labor sin esperar más premio que la complacencia de haber cumplido con lo que le toca, sencillamente porque que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas.

1 comentario:

  1. Yo también me siento orgulloso, aunque ya no viva en Stgo.

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