Enamorarse de Santiago
Cuenta su amor cuando tiene tiempo, pero la mayoría de las
veces son sus actos la muestra más elocuente de tanta devoción.
No pierde tiempo, no se permite largos descansos ni mucha
diversión, hace mucho que los suyos se acostumbraron a verlo salir de casa sin
hora para el regreso. Durante años ha tenido una amante a la que dedica su pensamiento y acción. Trabaja para ella,
más que para obtener el sustento económico; por eso no importa extender las
horas de labor si con esto satisface sus necesidades, y puede hacerla más bella
y saludable, aunque lograrlo conlleve perder otros amores.
Conoce bien su historia, los méritos que atesora y lo que
han hecho sus hijos, por eso trata de estar a la altura de semejante estirpe.
La sabe rebelde, solidaria, heroica y no dejará que nada ni nadie empañe su
prestigio.
Asombra su optimismo incluso en los momentos de mayor
tensión, cuando parece irrecuperable todo lo perdido. Eso sí, confía en el
mejoramiento futuro pero sabe que nada le caerá del cielo.
A veces, cuando puede detenerse a pensar en ella la llama su “novia” y evoca la belleza y
gallardía que inspiró a los poetas, a los trovadores y a los hombres más osados
a cantarle poemas y canciones o a escribir, incluso con sangre, epopeyas en su
nombre. Tal vez por eso se siente en deuda y cuanto haga por su amada, no
importa el sacrificio, le parece poco.
Sí, es posible que esté hablando de usted o de alguien que
conozca. Bien puede ser la maestra o el profesor que, después de dar sus clases
y fomentar valores en los estudiantes, se queda en la escuela, para
autoprepararse o para contribuir a la limpieza, si hace falta.
Es el agricultor que no se deja vencer por las carencias,
que no descansa hasta hacer rendir la tierra y no se conforma con que le
contraten las producciones y luego las dejen perder. Es el cuadro o directivo
que orienta, ayuda y exige, que es severo con lo mal hecho y jamás se envanece
de su envestidura porque la ve como un puesto de servicio al pueblo y no como
fuente constante de pequeñas prebendas.
El enamorado de su ciudad, ama también a la gente, a pesar
de la “ingratitud probable” que en otro siglo mencionara el poeta. No importa
si es limpiabotas, médico, albañil, artista, azucarero o dirigente, no importa
si mestizo, negro o blanco; puede tener cualquier edad, después de todo para
querer su Santiago, basta con dar lo mejor de sí en el empeño de hacerla una
provincia próspera, notable por la calidad de vida y el nivel de satisfacción
de sus pobladores.
Multiplíquense esos amantes incondicionales de la tierra que
habitan porque de su espíritu incansable, de su justeza y entrega depende el
bienestar de todos. Fórjese en las escuelas y hogares santiagueros la devoción de nuestros
niños y jóvenes por su territorio. Que se expanda esa voluntad irrefrenable de ser
eficiente en su labor sin esperar más premio que la complacencia de haber
cumplido con lo que le toca, sencillamente porque que el hacer las cosas bien
importa más que el hacerlas.
Yo también me siento orgulloso, aunque ya no viva en Stgo.
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