miércoles, 27 de junio de 2012

Una vida entre abejas meliponas

                         
Maité Peña es una muchacha de 25 años, entusiasta, emprendedora, enamorada de la naturaleza y en especial de las abejas meliponas o de tierra, como algunos la conocen.
Cuenta que desde muy pequeña acompañaba a su padre, ya fallecido, a buscarlas por los diferentes sitios del municipio de Segundo Frente, donde vive, y afirma emocionada que ella, solo es continuadora de lo que él construyó.
Sus ojos azules delatan su pasión no solo por las inofensivas abejitas, sino también por el hombre que aunque ya no esta físicamente, la impulsa a continuar la interesante labor.
“Recuerdo que siempre estaba con él en los eventos, salíamos en busca de libros que nos orientaran sobre sus cualidades, para cuidarlas y conservarlas.
Dice que todo comenzó en 1987, cuando un campesino amigo de su papá le regalo la primera colmena, la que fue colocada en el balcón de la casa, teniendo en cuenta que son muy sociables.
“Tiempo después, cuando comienza el movimiento de la agricultura urbana y siendo el jurídico de la empresa cafetalera, comienza a interesarse aún más,  a estudiarlas,  y  yo con él”, dice con orgullo.
Fue así como Maite,  hoy una joven licenciada en Medicina, comienza a ser parte de ese interesante mundo de las abejas, teniéndolas en su propio hogar. Sin embargo, como ella misma dice, no todo fue positivo.
“Hubo un desastre, así lo definió mi papá. Corrían los meses de verano y murieron nueve colonias. Descubrió que el sol las había matado. Entones se da la tarea de diseñar un hogar donde estuvieran protegidas”.
Es así como las meliponas pasan a vivir a una casita, en la que ubicó un termómetro para medir la temperatura, alejadas del sol, del frío, y de los depredadores, fundamentalmente las hormigas, uno de sus peores enemigos, hogar que a su vez, permite transportarlas con facilidad de un lugar a otro.
La miel de la abeja melipona tiene disímiles propiedades medicinales. Comenta la muchacha que algunas personas la solicitan para diferentes afecciones, entre ellas, la catarata, lo que si bien no esta demostrado científicamente, hay quienes aseguran haberse curado.
Impresionante ver su destreza con los pequeños insectos, que si bien son pacíficos a muchas personas les causa temor, sin embargo, con gran seguridad ella destapa la casita, la limpia, extrae la miel, mientras las abejitas revolotean a su alrededor o caminan sobre su mano.
En la actualidad lo que hacemos es mantenerla, o sea limpiarla cuando es preciso, llevarlas a los diferentes huertos intensivos y orientar a los demás campesinos sobre la técnica para cuidarlas y conservarlas.
“Tampoco requiere cuidado diario, no hay que dedicarles mucho tiempo pues no se pueden molestar muy seguido, solo cuando es necesario. Es un trabajo que necesita de conocimientos, pero lo adoro, dice emocionada.
Así es la vida de Maité, amante de su carrera como médico, de su familia, de la naturaleza, y por supuesto, de las maravillosas meliponas con las creció.