LILIET MORENO SALAS
Cuando se habla de amor, disciplina,
humildad, arrojo; cuando se pronuncia la palabra madre, indiscutiblemente
recordamos a Mariana Grajales Coello, cubanísima y santiaguera, quien educó una
tropa de titanes.
“Es la mujer que más ha conmovido mi
corazón”, escribió José Martí cuando conoció la noticia de su muerte el 27 de
noviembre de 1893, en Kingston, Jamaica.
Y es que Doña Mariana, madre de los
Maceo y de los cubanos, no solo hizo jurar a sus hijos que lucharían por la
libertad y los ofreció a la causa redentora, ella fue su principal ejemplo al
tomar los trillos de la manigua.
Durante la guerra trasladaba armas,
arreglaba la ropa de los mambises, y trabajó en los hospitales del Ejército
Libertador, convirtiéndose, además, en la consejera de los desanimados,
prodigando amor, transmitiendo fe y
optimismo en la victoria.
Pero también sufrió con valentía los
avatares de la vida en trinchera, donde vio morir a su esposo Marcos Maceo y a
algunos de sus hijos.
De esta etapa es la conocida
anécdota referida por el Apóstol en su artículo La madre de los Maceo, cuando
llevan a su hijo Antonio mal herido, y ante el llanto de las otras mujeres
exclamó, ¡“Fuera, fuera faldas de aquí”! ¡No aguanto lágrimas!...Y a Marcos, le
dijo "¡Y tú, empínate, porque ya es hora de que te vayas al
campamento!".
Solo alguien de su estirpe,
demuestra en un momento tan doloroso para una madre, la fortaleza de sus
ideales, la entrega total y el amor a una causa.
A 120 años de su muerte, los cubanos
recuerdan y honran a la mulata que hasta el último momento de su vida, soñó con
la independencia de Cuba.
Hoy, precisamente cuando se cumple
otro aniversario de su fallecimiento, los santiagueros asistieron al cementerio
de Santa Ifigenia, donde descansan sus restos, a rendirle sentido homenaje.
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