El Ciclón Flora en Cuba
El 3 de octubre de 1963 llegó el huracán Flora, moviéndose por toda la región oriental de la Isla, y catalogado como la segunda mayor catástrofe registrada en Cuba.
Las torrenciales lluvias asociadas causaron
inundaciones nunca antes vistas y provocaron la muerte de aproximadamente dos
mil personas y graves daños materiales.
El territorio de la actual provincia
de Granma,
uno de los más afectados, reportó en 93 horas mil 840 milímetros de
agua, causantes de enormes riadas, de la muerte de mil 126 personas, la
destrucción de 11 mil 103 viviendas, averías a otras 21 mil 486, destrucción de
cuatro mil caballerías de arroz y serias afectaciones a extensas áreas cañeras
y cafetaleras, servicios de electricidad, telefonía, carreteras y caminos.
Cuba a la llegada de Flora
El día primero de octubre los
periódicos publicaron la
Nota Meteorológica advirtiendo de la proximidad del sexto
ciclón del año, que en esa fecha abatía ya a la isla de Trinidad y a otras en
las Antillas, con vientos de 85
millas según el observatorio de Puerto Rico.
Sin embargo, los cintillos de todos
los diarios y las menciones de la radio y la televisión se concentraban en la
llegada a Cuba de Valentina Tereshkova, la primera mujer
cosmonauta del mundo, lanzada al espacio por la Unión Soviética.
Todos los periodistas estaban
atentos a ese suceso. Hoy no es tan extraordinario que un ser humano viaje al
espacio, pero entonces sí, y tratándose de la primera mujer, más aún.
Fue recibida por el Gobierno
Revolucionario en pleno, encabezado por el Comandante Fidel Castro,
y por multitudes a lo largo y ancho de muchas avenidas.
Al día siguiente, junto con los
programas oficiales de la ilustre huésped, aparecían nuevos partes del ciclón,
sin peligro inminente para Cuba todavía. Pero la situación fue cambiando: en
horas, el Flora amenazaba a Camagüey y Oriente. Tereshkova, entre tanto,
experta en vuelos de aviones de combate Mig 15, piloteaba un IL 14 hasta Varadero.
Ya se sentían efectos del ciclón.
Hubo una recepción en honor de la
visitante en el antiguo Palacio Presidencial, a la que asistió
Fidel. Como solía ocurrir, toda la prensa estaba en el Salón de los Espejos. No
había terminado la recepción cuando Fidel se retiró. Iba hacia donde, según los
pronósticos, estaría el huracán. La alerta llegaba desde Las Villas
y Camagüey. El Flora estaba en Cuba. Valentina se ofreció para ayudar en lo que
pudiera, pero no se le permitió que corriera ningún riesgo.
Al mismo tiempo se libraba una
batalla en Naciones
Unidas contra los atroces y sistemáticos planes norteamericanos
contra Cuba, que entonces solo tenía relaciones en el continente con México
y Canadá.
Como si fuera poco, los corresponsales daban la noticia de un ataque pirata de
la CIA
por Cayo Güin, en Baracoa.
Fue destruido un aserradero, pero
era ya de tal peso la noticia del huracán que esta otra pasaba a un plano de
menos interés. Los periodistas, quienes habían ido abandonando la recepción de
Palacio, llenaron las redacciones.
Su nuevo rumbo lo trazaba el Flora,
saber cómo llegar a Oriente era la prioridad. No hubo medio que no se
movilizara: por carretera, en aviones de fumigación, helicópteros, botes de
remos o motor, e incluso anfibios de las Fuerzas Armadas.
Cuerpo a cuerpo con el ciclón
Fidel dirigía las operaciones de auxilio. En esa labor
estuvo a punto de sufrir un accidente: el vehículo anfibio en el que iba por el
río La Rioja, con el
comandante Vallejo como ayudante, estaba sobrecargado de gente y abierto atrás.
La agilidad y audacia de un campesino evitaron que las aguas
lo arrastraran: metió al río un camión
Zil provisto de sogas y pudo impedir el accidente. Pero la preocupación y meta
de Fidel era el lugar de mayor peligro: el río Cauto,
convertido en un "Amazonas embravecido". Según se dijo entonces, las
aguas del río principal se extendieron fuera de su cauce unos 20 kilómetros,
arrasando cuanto obstáculo pueda imaginarse: troncos, tejas, reses, etc.
«"Nosotros llegaremos al
Cauto"», decía
Fidel. Anfibios y helicópteros fueron los medios idóneos para avanzar, pero no
se desestimaron ni el bote ni el caballo. Apenas podía verse a 50 metros de distancia,
en un ambiente brumoso.
Las montañas más débiles amenazaban
con desmoronarse. No hubo que esperar demasiado, Pinalito sucumbió. Por allí
vivían muchos campesinos, entre ellos haitianos y jamaicanos, quienes durante
años venían a trabajar en las zafras y luego permanecían en la Isla para la recogida del
café.
Mientras por todas partes se brinda
ayuda, Fidel está pensando en la reconstrucción y en cómo evitar la catástrofe
que cobraría miles de vidas. El presidente del Instituto de Recursos
Hidráulicos, comandante de la Sierra
y del Llano, Faustino Pérez, es mandado a llamar, junto con
su equipo de expertos, para reordenar el proyecto hidráulico iniciado por la Revolución. Sobre
la capota de un yipi abren un mapa, y con los ingenieros, estudian los primeros
pasos.
En cuanto a Pinalito, una de las
primeras medidas de la reconstrucción fue reparar una injusticia: los haitianos
y jamaiquinos, y sus descendientes, cobrarían por primera vez en su vida un
seguro social.
El salvamento y los primeros pasos
de la recuperación contaron con la ayuda fundamental del Ejército Rebelde, cuyo Cuerpo de Ingenieros se
lanzaron ordenadamente a tareas como la construcción de puentes, que al igual
que las carreteras, el ciclón había levantado en Oriente y en parte de
Camagüey.
Testimonios
Los
pilotos de helicópteros del Ejército laboraban día y noche, buscando entre las
tinieblas grupos de personas en los techos de las casas que afloraban en medio
de las aguas. Hubo un caso excepcional, que fotografió Liborio Noval,
del diario Revolución. Una familia
pedía auxilio. El helicóptero se acercó, con la orden por anticipado de salvar
al máximo posible de personas de acuerdo con su capacidad de carga. La familia
quería que subieran con ella un saco de yute a todas luces muy pesado, y los
pilotos que no. Pues, entonces, dijeron los que estaban en el techo, ellos se
quedaban junto al saco, porque dentro estaban ¡sus muertos que habían rescatado
de la corriente y querían sepultarlos! El saco fue izado.
Luego de la tragedia
Semanas después del balance de las
pérdidas —cultivos arrasados por las aguas, líneas del ferrocarril en Oriente y
en gran parte de Camagüey retorcidas o desprendidas, más de la mitad del
territorio nacional afectado por el ciclón...— en el sector pecuario se
anunciaba que la ganadería de Oriente sería repoblada con animales de
Occidente. El Consejo de Ministros acordaba dedicar, solo para planes
hidráulicos, 200 millones de pesos.
Una vez más, en medio de todo, Fidel
convertía el revés en victoria: la construcción de presas iniciada entonces
sería el gran paso adelante para evitar que se repitiera en Cuba tan grande
desastre.