Maité Peña es una muchacha de 25 años, entusiasta, emprendedora, enamorada de la naturaleza y en especial de las abejas meliponas o de tierra, como algunos la conocen.
Cuenta que desde muy pequeña acompañaba a su padre, ya
fallecido, a buscarlas por los diferentes sitios del municipio de Segundo
Frente, donde vive, y afirma emocionada que ella, solo es continuadora de lo
que él construyó.
Sus ojos azules delatan su pasión no solo por las inofensivas
abejitas, sino también por el hombre que aunque ya no esta físicamente, la
impulsa a continuar la interesante labor.
“Recuerdo que siempre estaba con él en los eventos, salíamos
en busca de libros que nos orientaran sobre sus cualidades, para cuidarlas y conservarlas.
Dice que todo comenzó en 1987, cuando un campesino amigo de
su papá le regalo la primera colmena, la que fue colocada en el balcón de la
casa, teniendo en cuenta que son muy sociables.
“Tiempo después, cuando comienza el movimiento de la
agricultura urbana y siendo el jurídico de la empresa cafetalera, comienza a
interesarse aún más, a estudiarlas, y yo
con él”, dice con orgullo.
Fue así como Maite,
hoy una joven licenciada en Medicina, comienza a ser parte de ese interesante
mundo de las abejas, teniéndolas en su propio hogar. Sin embargo, como ella
misma dice, no todo fue positivo.
“Hubo un desastre, así lo definió mi papá. Corrían los meses
de verano y murieron nueve colonias. Descubrió que el sol las había matado. Entones
se da la tarea de diseñar un hogar donde estuvieran protegidas”.
Es así como las meliponas pasan a vivir a una casita, en la
que ubicó un termómetro para medir la temperatura, alejadas del sol, del frío,
y de los depredadores, fundamentalmente las hormigas, uno de sus peores
enemigos, hogar que a su vez, permite transportarlas con facilidad de un lugar
a otro.
La miel de la abeja melipona tiene disímiles propiedades
medicinales. Comenta la muchacha que algunas personas la solicitan para
diferentes afecciones, entre ellas, la catarata, lo que si bien no esta
demostrado científicamente, hay quienes aseguran haberse curado.
Impresionante ver su destreza con los pequeños insectos, que
si bien son pacíficos a muchas personas les causa temor, sin embargo, con gran seguridad
ella destapa la casita, la limpia, extrae la miel, mientras las abejitas
revolotean a su alrededor o caminan sobre su mano.
“En la actualidad lo que hacemos es mantenerla, o sea
limpiarla cuando es preciso, llevarlas a los diferentes huertos intensivos y
orientar a los demás campesinos sobre la técnica para cuidarlas y conservarlas.
“Tampoco requiere cuidado diario, no hay que dedicarles
mucho tiempo pues no se pueden molestar muy seguido, solo cuando es necesario.
Es un trabajo que necesita de conocimientos, pero lo adoro, dice emocionada.
Así es la vida de Maité, amante de su carrera como médico, de
su familia, de la naturaleza, y por supuesto, de las maravillosas meliponas con
las creció.